Cada fin de semana, miles de webs legales dejan de estar disponibles en
España.
No es un fallo técnico. Son bloqueos ordenados por LaLiga en su supuesta
lucha contra la piratería.
La estrategia es simple: bloquear rangos completos de direcciones de
Cloudflare.
El resultado es devastador: caen webs legítimas, servicios de empresas y
proyectos personales que nada tienen que ver con el fútbol ni con la
piratería.
GitHub, Docker, sistemas de teletrabajo, hasta herramientas de
inteligencia artificial como ChatGPT. Todo puede verse afectado por estos
cortes indiscriminados.
Mientras tanto, las páginas pirata siguen funcionando. Se adaptan, cambian
de servidores, buscan atajos. Los que pagan son los usuarios comunes.
Lo llaman combatir la piratería. Pero es censura masiva. Un cañonazo que
golpea a inocentes y deja intacto el problema original.
Cada corte genera incertidumbre. Empresas que no saben si podrán dar
servicio. Desarrolladores que no pueden acceder a sus repositorios. Gente
que no entiende por qué su web ha desaparecido.
Esto no protege el fútbol. Esto erosiona la confianza en la red.
Internet no falla. La están apagando.